CAMARERA. El amor es demasiado complejo. Tanto que a veces da miedo encararlo, pero no imaginarlo. Desde que me dijo el Bar de Copas en el que trabajaba, ni una sola noche de agosto falté. Para mí, era una cita ineludible, aunque no hubiesemos quedado. Sólo veinte minutos volando en coche y ya estabamos juntos. Detrás de la barra, estaba el mejor paisaje. Daba igual plana que con tacones, con vaqueros que con un vestidito de Mango. Ella era la mejor escena. La primera noche de septiembre me retrasé. Cuando llegué no la ví. Pregunte nervioso al dueño: ¿dónde está L.?, ¿dónde ha ido?, me pidió que me calmara. Me dijo que simplemente se había despedido. Que incluso se había llevado el talón del finiquito. Ahora recorro bares en su búsqueda. Tratando de ver, la cara de aquella flor, en los cadáveres que recorren la noche. Mientras escribo esta nota, en la radio de mi coche, dan las noticias de las cuatro de la madrugada.
Camarera de mi amor. Huecco.